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Espacio dedicado al estudio de la masonería.
Aquellos trabajos y artículos que expondré son exclusivamente de mi autoría con influencias de trabajos que se desarrollan en la Resp.'. Log.'. Unión y Constancia N° 214 del valle de Junín, que trabaja bajo los auspicios de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.

viernes, 8 de enero de 2016

La regla de 24 pulgadas



Este instrumento esquivo, se nos muestra ante nosotros como un trozo de madera bien pulida lo bastante pareja como para trazar una línea recta.
Sirve como herramienta para ir desbastando la piedra bruta, para convertirla en un bloque útil que será montado en una construcción.
Operativamente en el pulido de la piedra usamos primeramente la regla para encontrar la imperfección en la que queremos trabajar, y luego con el mazo como fuerza de acción, la aplicamos a través del cincel que la concentra sobre el punto a percutir. Debemos observar aquí que las tres herramientas anteriores no pueden ser usadas simultáneamente, porque con una mano sostenemos al mazo, con la otra el cincel, pero necesitamos las dos para usar regla. Cuando estamos trabajando, pasan las horas y cada vez estamos más inmersos en nuestra obra; por lo que es frecuente olvidar el uso de la regla, quizás por comodidad de no soltar nuestros instrumentos para tomarla y verificar nuestro trabajo; o quizás porque creemos que no nos es útil dedicarle tiempo a esta tarea siendo que somos ya expertos en el picado de la piedra sin otra ayuda que la de nuestra vista “aparentemente entrenada”.
La regla simboliza la rectitud de nuestra virtud, es la guía en nuestros trabajos, pero si nuestra regla es curva nuestra piedra tendrá forma curva. Por ello, nuestra labor también debe consistir en la de obtener una regla lo más perfecta posible para poder tallar mejor.
Simbólicamente con la regla se consigue que la fuerza creadora de la voluntad, sea posible llevarla al justo lugar donde hace falta, para así desbastar o transmutar el vicio en virtud a través de la inteligencia que nos hace poder eliminarla de la forma más adecuada sin romper la armonía del entorno.

Entendiendo la humanidad toda como un ser vivo, cuenta con una fuerza infinita que está compuesta por las fuerzas individuales de cada uno de sus miembros. Todas sus partes desbordan de deseos de expresarla, de que salga y se convierta en realidad, en hechos tangibles, en cosas, en música, en comida, o en la forma que le queramos dar.
Estas fuerzas individuales existen por el solo hecho de haber nacido, son innatas en el hombre, pero la dirección que le damos es creación,  prerrogativa y responsabilidad pura de cada uno de nosotros. Pero como somos seres supuestamente independientes, esta dirección podría ser diferente para cada uno, abarcando todas las posibilidades, los 360°. Por lo que el conjunto de todas las fuerzas individuales es una masa amorfa que avanza sin dirección cierta y cambiante día tras día.
La regla simboliza “dirección” y en el mundo profano es implementada a través de la ley que indica como encauzar las voluntades individuales para orientarlas en un mismo sentido que señale el camino del progreso, la igualdad y la armonía.
La sociedad se mueve y avanza con la fuerza de todos, pero mediante la guía de unos pocos. Es fundamentalmente este último grupo el que debería usar la regla de 24 pulgadas, deberá ser la más recta de todas y la mejor apuntada al horizonte del progreso. Porque para que una sociedad crezca no basta con tener buenos recursos humanos o mejores recursos naturales, ni de ser bendecidos por un clima propicio, hace falta usar habitualmente la regla, y que se mantenga recta y bien orientada por muchas generaciones...

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